TEXTO 4: Sonia Beldi Lugris (Argentina).
Abogada.
Maternidades Lesbianas: Negativas Insurreccionales
INTRODUCCIÓN
“Llamé a ese sujeto excéntrico no sólo en el sentido de
que se desvía de la senda normativa, convencional, sino también ex -céntrico en
el sentido de que no está él mismo centrado en la institución que sostiene y
produce la mente heterosexual, esto es, la institución de la heterosexualidad.
De hecho, la institución no preveía tal sujeto y no lo podía considerar, no
podía imaginarlo. Lo que caracteriza al sujeto excéntrico es un doble
desplazamiento: primero, el desplazamiento físico de la energía erótica en una
figura que excede las categorías de sexo y género, la figura que Wittig llamó
“la lesbiana”; segundo, el auto-desplazamiento o desidentificación del sujeto de
las asunciones culturales y prácticas sociales asociadas con las categorías de
sexo y género” De
Lauretis
El ser humano está inmerso en un mundo dominado por
binarismos que tienen como función principal dividirnos, pero ese
fraccionamiento no es inocente, sino que está caracterizado por ser
inequitativo, discriminatorio y estar lleno de prejuicios. “Actuamos e
interpretamos binariamente el mundo. Pero dicho esto, es necesario reconocer
que los binomios nunca son equitativos en su interior, para nosotros blanco es
más que negro, hombre más que mujer, cielo más que infierno (…) (y) se inauguró
un nuevo binomio repartidor de los seres humanos en una obvia disposición
jerárquica: heterosexual más que homosexual”. (García, 2007, p.10)
En este trabajo se transitará por diferentes binarismos,
que nos irán demostrando la idea expuesta a priori. Éstos serán: naturaleza/cultura,
varón/mujer, heterosexual/homosexual. De la relación entre ellos es que se
llegará a hacer un análisis de las maternidades lesbianas, donde nos
encontraremos ante una conjunción de aquellos protagonistas de los binomios que
se encuentran mayormente vulnerados: mujer, homosexual que rompe con los
límites impuestos por la naturaleza, prescindiendo del hombre para llevar a
cabo uno de sus deseos.
Habitamos
un mundo en el que los prejuicios están a la orden del día. Vivimos inmersos en
ellos, y de una u otra manera los reproducimos en lo cotidiano, es por eso que
el objetivo principal de este trabajo será remarcar la idea de que se debe reflexionar
acerca de la temática para poner en práctica acciones combativas contra estas
dicotomías, para poder acercarnos al humano que llevamos dentro y erradicar las
formas de vivir, pensar, sentir que nos consumen por su alto contenido
discriminatorio: “En
rigor de verdad, no existe todavía en nuestra época un código civil que
convierta a los hombres y a las mujeres en personas humanas” (Luce, 1994,
p.38).
NATURALEZA/CULTURA
El primer binomio que será objeto de análisis es el de
naturaleza/cultura. Ambos conceptos han sido utilizados de diversas maneras,
asignándoles diferentes significados. Por ejemplo, si tomamos la palabra
“cultura” veremos que nos enfrentamos una variedad de concepciones. Una de las
definiciones que nos hace pensar en las diferencias existentes entre la cultura
y la naturaleza es la que expone Kroeber en el año 1917: Cultura es lo
superorgánico. Por lo tanto, lo natural será objeto de estudio de la biología,
mientras que las ciencias sociales se encargarán de lo cultural: “(Lo superorgánico)
difiere fundamentalmente de toda variedad del espacio físico o geométrico. No
es espacio cuantitativo, uniforme, isotrópico, sino cualitativo, no uniforme y
no isotrópico. Es un compuesto peculiar y múltiple que consta de tres “planos”
principales y de cierto número de “dimensiones”. Tiene un plano de
significados, valores, normas; un plano de vehículos (conductores de
interacción); otro de agentes humanos. Sus dimensiones se hayan formadas por
los principales sistemas culturales y por los principales grupos uni y
multivinculados (p.574)” (Sorokin, 1973). De esta explicación, podemos remarcar
cómo esta postura concibe a la naturaleza y a la cultura en dos ámbitos
separados, siendo ajena una a la otra. Gallego (1993) dirá que lo superorgánico
es aquello que está por encima de los individuos, que depende del conjunto de
ellos, pero de ninguno en particular, y compuesta por el conjunto de reacciones
motoras, los hábitos, las técnicas, ideas y valores aprendidos y transmitidos.
Según Herskovits (1948), la cultura es la parte del
ambiente hecha por el hombre. Dicha definición, también nos acerca a la idea de
que hay una división entre aquello que es cultura y aquello que es naturaleza.
Seguimos en la misma línea de pensamiento: son compartimentos estancos.
Por otra parte, desde una perspectiva estructuralista,
Lèvi-Strauss llamará “cultura a todo fragmento de humanidad o conjunto
etnográfico que desde el punto de vista de la investigación presenta por
relaciones a otro conjunto de variaciones significativas. De hecho, el término
cultura se emplea para reagrupar un conjunto de variaciones significativas
cuyos límites según prueba la experiencia coinciden aproximadamente. El que
esta coincidencia no sea nunca absoluta ni se produzca jamás en todos los niveles
al mismo tiempo no debe impedirnos el empleo de la noción de cultura que es
fundamental en antropología y posee el mismo valor heurístico que el concepto
de aislado en demografía que introduce la noción de discontinuidad”. Es decir, él
participa de la idea de que la actividad simbólica de la mente humana produce
un sistema de signos, que es la cultura.
Con el término naturaleza sucede una situación similar,
ya que nos encontramos ante una variedad de definiciones tales como: Conjunto
de las cosas que existen en el mundo o que se producen o modifican sin
intervención del ser humano; también hace referencia al dominio de los seres
vivos y objetos inanimados tales como la materia, la energía, etc. en general
todo lo que no ha sido creado ni alterado por el ser humano. Estas nociones nos
hacen hacer una distinción entre lo natural y lo hecho por el hombre. La
naturaleza también es el “principio creador y organizador de todo lo que
existe”.
Pero cuando hablamos de naturaleza, no sólo hacemos
referencia al mundo natural, a lo orgánico, sino que también podemos referirnos
a la naturaleza de las cosas, a la naturaleza de la moral, a la naturaleza
humana. Deteniéndome en esta última, podemos decir que son aquellas
características compartidas que tenemos los seres humanos, que nos son
inherentes y que abarcan tanto la forma de sentir, de pensar y de actuar. ¿Existe
realmente esta “naturaleza humana”? Si la respuesta es afirmativa ¿esa
existencia es previa a la cultura o es una condición sine qua non de ella? Si no es previo a la cultura, ¿sería entonces
naturaleza? ¿o aquello que creemos como natural existe con posterioridad a la
cultura?
Lèvi- Strauss nos acerca a una
posible respuesta a estas preguntas: “Todas las culturas reconocen dos órdenes
distintos: la sociedad humana y el mundo natural. Para el autor, el elemento
que diferenciaría la una de la otra, es la noción de cultura que trascendería
al de la naturaleza (Ñancafil, 2013)”. Asimismo, Butler (2001) también
participará en la respuesta a los interrogantes: “La relación binaria entre cultura y
naturaleza fomenta una relación jerárquica en la que la primera libremente
‘exige’ un significado a la segunda y, por este motivo, la convierte en un
‘otro’ que se adecua a sus propios usos ilimitados, protegiendo la idealidad
del significante y la estructura de significación sobre el modelo de dominación”.
Strathern citado por Libson también reflexiona al
respecto y remarca cómo “la hegemonía de lo biológico es el producto cultural
de un discurso que le asigna a la naturaleza el lugar de persistencia e
inmutabilidad (1980, 1992a y 1992b)”. Libson completa esta línea de análisis al
decir que “en dicho correlato, el discurso de lo biológico se coloca como un
dispositivo de sentido a partir del cual se construyen los sentidos sociales
del parentesco y la procreación”.
Rubin, citando a Engels, dirá que “un grupo humano tiene que
reproducirse a sí mismo de generación en generación. Las necesidades de
sexualidad y procreación deben ser satisfechas tanto como la necesidad de
comer, y una de las deducciones más obvias que se pueden hacer de los datos de
la antropología es que esas necesidades casi nunca se satisfacen en una forma
“natural", lo mismo que la necesidad de alimento. El hambre es el hambre,
pero lo que califica como alimento es determinado y obtenido culturalmente (…).
El sexo es el sexo, pero lo que califica como sexo también es determinado y
obtenido culturalmente (…)”.
Teniendo en cuenta estos conceptos,
se continuará abordando el análisis desde una perspectiva de género, partiendo
de las diferencias entre varones y mujeres, desde un enfoque tanto biológico
como pensándolos como construcciones culturales.
En relación a ello, Gayle Rubin en
“El tráfico de mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo” hace un
exhaustivo análisis acerca de la cuestión expuesta a priori. “Toda sociedad tiene un
sistema, de sexo-género un conjunto de disposiciones por el cual la materia
prima biológica del sexo y la procreación humanas son conformadas por la
intervención humana y social y satisfechas en una forma convencional, por
extrañas que sean algunas de las convenciones”. Ella nos trae a escena a Marx y
nos dirá lo siguiente: “En alguna ocasión, Marx preguntó: "¿Qué es un
esclavo negro? Un hombre de la raza negra. Sólo se convierte en esclavo en
determinadas relaciones. Una devanadora de algodón es una máquina para devanar
algodón. Sólo se convierte en capital en determinadas relaciones. Arrancada de
esas relaciones no es capital, igual que el oro en sí no es dinero ni el precio
del azúcar es azúcar." (Marx, 1971.b, p. 28). Podríamos parafrasear: ¿Qué
es una mujer domesticada? Una hembra de la especie. Una explicación es tan
buena como la otra. Una mujer es una mujer. Sólo se convierte en doméstica,
esposa, mercancía, conejito de Playboy, prostituta o dictáfono humano en
determinadas relaciones. Fuera de esas relaciones no es la ayudante del hombre
igual que el oro en sí no es dinero. ¿Cuáles son, entonces, esas relaciones en
las que una hembra de la especie se convierte en una mujer oprimida?”
Rubin se encargará de responder el interrogante a través
del análisis del “elemento histórico y social”. Según expresa, este elemento es
el que determina a una “esposa” como “una de las necesidades del trabajador,
que el trabajo doméstico lo hacen las mujeres y no los hombres, y que el
capitalismo es heredero de una larga tradición en que las mujeres no heredan,
en que las mujeres no dirigen y en que las mujeres no hablan con el dios”. El
“elemento histórico y moral” ha sido el encargado de proporcionarle “al
capitalismo una herencia cultural de formas de masculinidad y femineidad”. Y
además, el campo del sexo, la sexualidad y la opresión sexual está subsumido dentro
de él. “Sólo sometiendo al análisis ese "elemento histórico y moral"
es posible delinear la estructura de la opresión sexual” (…).
Simone De Beauvoir, tomando a Engels, “sostiene que en
las primeras sociedades agrícolas el hombre no tiene el poder de dominar
totalmente a la Mujer-Tierra o de desvincularse de ella pero en el matrimonio
se muestra un deseo de hacerlo. A veces el matrimonio primitivo se acompaña de
un rapto simbólico y, en efectivo, la violencia o la conquista por la fuerza es
la afirmación más evidente de la alteridad del otro. El hombre desea poseer lo
que él no es, lo extraño a sí (la naturaleza, la mujer) como medio de
trascender los límites del clan y el destino que por su nacimiento le es
asignado. Dominar una parcela del mundo es adquirir la condición de adulto, el
trabajo y el matrimonio son manifestación de ese dominio mientras que la
vinculación a la madre, a la familia y a los antepasados encierra al hombre en
el estrecho círculo del clan” (Tarducci, 2008).
En relación a ello, De Beauvoir
expresa que “no se nace mujer, se llega a serlo”. No se nace mujer dado que la
identidad femenina es una construcción cultural. La identidad es generada por
la cultura.
Lévi-Strauss (citado por Rubin) reflexiona afirmando que derrota histórica
mundial de las mujeres ocurrió con el origen de la cultura y es un prerrequisito
de la cultura. Si se adopta su análisis en forma pura, el programa feminista
tiene que incluir una tarea aún más onerosa que el exterminio de los hombres:
tiene que tratar de deshacerse de la cultura y sustituirla por algún fenómeno nuevo
sobre la faz de la tierra.
VARÓN/MUJER
“La ideología de la diferencia sexual opera en nuestra
cultura como una censura, en la medida en que oculta la oposición que existe en
el plano social entre los hombres y las mujeres poniendo a la naturaleza como
causa”.
Wittig.
Como conclusión del capítulo anterior, podemos decir que
cuando hacemos referencia al binomio varón/mujer, también estamos ante una
producción cultural. Pensamos que las diferencias entre los sexos son algo
natural, dado que anatómicamente tenemos diferencias, pero eso no quita que el
significado que se le otorgue a un sexo y al otro no sea una cuestión
cultural. “Al admitir que hay una
división “natural” entre mujeres y hombre, naturalizamos la historia, asumimos
que “hombres” y “mujeres” siempre han existido y siempre existirán. No sólo
naturalizamos la historia sino que también, en consecuencia naturalizamos los
fenómenos sociales que manifiestan nuestra opresión, haciendo imposible
cualquier cambio (Wittig, 1992, p.22)”
Nuestros atributos, capacidades, virtudes y desencantos
se nos imputan incluso antes de existir, es decir, que nos encontramos
atravesados por diferentes categorías que nosotros no hemos construido, en la
que nuestra subjetividad no interesa, ni siquiera existe; siendo éstas delineadas
por un mero criterio anatómico. Lo que somos y seremos está predeterminado
incluso con anterioridad a nuestra propia existencia. “Diferentes tecnologías de
poder se encargan de manufacturar cuerpos y mentes disciplinares para generar
la ilusión de la existencia natural de roles, estereotipos, prácticas, etc.”
(Molina, 2014, p.2)
Rubin al respecto dirá que “El género es una división de
los sexos socialmente impuesta. Es un producto de las relaciones sociales de
sexualidad. Los sistemas de parentesco se basan en el matrimonio; por lo tanto,
transforman a machos y hembras en "hombres" y "mujeres"',
cada uno una mitad incompleta que sólo puede sentirse entera cuando se une con
la otra. Desde luego, los hombres y las mujeres son diferentes. Pero no son tan
diferentes como el día y la noche, la tierra y el cielo, el yin y el yang, la
vida y la muerte. En realidad, desde el punto de vista de la naturaleza,
hombres y mujeres están más cerca el uno, del otro que cada uno de ellos de
cualquier otra cosa por ejemplo, montañas, canguros o palmas. La idea de que
los hombres y las mujeres son más diferentes entre sí que cada uno de ellos de
cualquier otra cosa tiene que provenir de algo distinto de la naturaleza.
Además, si bien hay una diferencia promedio entre machos y hembras en una
variedad de rasgos, la gama de variación de esos rasgos muestra una
superposición considerable. Siempre habrá algunas mujeres que son más altas que
algunos hombres, por ejemplo, aun cuando en promedio los hombres son más altos
que las mujeres. Pero la idea de que los hombres y mujeres son dos categorías
mutuamente excluyentes debe surgir de otra cosa que, una inexistente oposición
"natural". Lejos de ser una expresión de diferencias naturales, la
identidad de género exclusiva es la supresión de semejanzas naturales. Requiere
represión: en los hombres, de cualquiera que sea la versión local de rasgos
"femeninos"; en las mujeres, de la versión local de los rasgos
"masculinos". La división de los sexos tiene el efecto de reprimir
algunas de las características de personalidad de prácticamente todos, hombres
y mujeres. El mismo sistema social que oprime a las mujeres en sus relaciones
de intercambio oprime a todos en su insistencia en una rígida división de la
personalidad”.
Este criterio anatómico al que se hace referencia a
priori, es lo que diferencia a una mujer de un hombre, donde (por supuesto) los
mandatos no serán los mismos: “mientras ellas han sido relegadas a tareas
ligadas a la reproducción de la vida, ellos se han autoasignado el campo del
conocimiento, la ciencia y la técnica. Es lo que ella (Simone de Beauvoir)
designa como condena de la inmanencia femenina frente a la posibilidad de
trascendencia masculina, condena inseparable de una representación, dominante a
lo largo de la historia, que identifica feminidad con maternidad” (Tarducci,
2008). Por lo tanto aquí nos encontramos con otra dicotomía que atraviesa esta
temática: lo público y lo privado. Lo público como espacio de los varones,
mientras que lo privado está destinado a las mujeres: Por un lado “la hija no
tiene otro motivo de ser que el de convertirse en esposa y madre” (Irigaray
1994, p.46); y por otro “La genealogía masculina es una institución
específicamente cultural y se constituye como un orden simbólico estructurado
en base al Nombre del Padre, que funciona como pivote del sistema” (Amorós
1991, p.67).
Rubin, al hablar del “Intercambio de mujeres” nos marca
las inequidades de género existentes en nuestra cultura: “Las mujeres son
entregadas en matrimonio, tomadas en batalla, cambiadas por favores, enviadas
como tributo, intercambiadas , compradas y vendidas. Lejos de estar limitadas
al mundo "primitivo", esas prácticas parecen simplemente volverse más
pronunciadas y comercializadas en sociedades más "civilizadas". Desde
luego, también hay tráfico de hombres, pero como esclavos, campeones de
atletismo, siervos o alguna otra categoría social catastrófica, no como
hombres. Las mujeres son objeto de transacción como esclavas, siervas y
prostitutas, pero también simplemente como mujeres. Y si los hombres han sido
sujetos sexuales -intercambiadores- y las mujeres semiobjetos sexuales
-regalos- durante la mayor parte de la historia humana, hay muchas costumbres,
lugares comunes y rasgos de personalidad que parecen tener mucho sentido (entre
otras, la curiosa costumbre de que el padre entregue a la novia)”.
Otra cuestión que atenta contra la igualdad entre hombres
y mujeres es la división del trabajo por sexos. Rubin la concibe como un tabú,
“un tabú que divide los sexos en dos categorías mutuamente exclusivas, un tabú
que exacerba las diferencias biológicas y así crea el género. ¡La división del
trabajo puede ser vista también como un tabú contra los arreglos sexuales
distintos de los que contengan por lo menos un hombre y una mujer, imponiendo
así el matrimonio heterosexual”.
Podemos concluir, tal como nos señala Adrienne Rich, que
“las mujeres han sido convencidas de que el matrimonio y la orientación sexual
hacia los hombres son componentes inevitables de sus vidas aunque sean
insatisfactorios u opresivos. El cinturón de castidad, el matrimonio infantil,
la erradicación de la existencia lesbiana (excepto como exótica y perversa) del
arte, la literatura y el cine, la idealización del amor y el matrimonio
heterosexual; todas estas son formas bastante obvias de compulsión, las
primeras dos con el concurso de la fuerza física, las otras dos con el control
de la conciencia”.
HETEROSEXUAL/HOMOSEXUAL
Al hablar de varones y de mujeres, también emerge otro
binarismo vinculado al deseo de los individuos y a sus prácticas sexuales, que
es la dicotomía heterosexual/homosexual, en la cual la representación del y de
la homosexual serán catalogado como algo que sobrepasa los límites de lo
natural, dado que no están cumplimento con su misión principal, que es la
reproducción humana. Es así que, tal como nos dirá Rubin “la
supresión del componente homosexual de la sexualidad humana, y su corolario, la
opresión de los homosexuales, es por consiguiente un producto del mismo sistema
cuyas reglas y relaciones oprimen a las mujeres”.
La heterosexualidad se concibe como la sexualidad
obligatoria, basada en relaciones caracterizadas (¿generalmente?) por la
verticalidad y desigualdades. Adrienne Rich (1985) (…) analiza la
heterosexualidad como institución política que debilita a las mujeres y
sostiene que la heterosexualidad puede no ser en absoluto una “preferencia”
sino algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y
mantenido a la fuerza.
La homosexualidad implica una censura, en algunos casos
explícita y en otros implícita, siento esta última la más peligrosa: “La
censura produce regímenes discursivos a través de la producción de los
impronunciable, lo que debe ser relegado al silencio (…) De hecho entre las dos
formas de censura, la implícita y la explícita, la primera es sin duda la más
eficaz puesto que pasa desapercibida, mientras que la explícita se expone, se
hace visible en el discurso público y por lo tanto es susceptible de ataques,
despierta la ira de los que son objeto de censura. En la tácita imposición del
poder está el secreto de su éxito ya que pasa inadvertido. La censura implícita
sofoca la ira en la raíz, ahoga cualquier sentimiento que pudiese llevarnos a
romper el silencio, a la toma de la palabra, el poder implícito garantiza
nuestra sumisión al silencio”. (Preciado, p.2)
Pero la homosexualidad femenina no puede ser
asimilada a la homosexualidad masculina, ya que, a pesar de que ambos se
enfrentan al sistema patriarcal, ese cuestionamiento surge de escenarios
diferentes dado que el punto de debate no es el mismo: “Mientras los hombres tengan
derechos sobre las mujeres que las mujeres mismas no tienen, es lógico suponer
que la homosexualidad femenina sufre una supresión mayor que la de hombres”. (Rubin)
No se puede poner en el mismo nivel
al lesbianismo que a la homosexualidad masculina por el hecho de que ambas sean
orientaciones sexuales estigmatizadas, y tal como dice Rich, sería borrar la
realidad femenina una vez más. “Obviamente, parte de la historia de la existencia
lesbiana se encuentra donde las lesbianas, a falta de una comunidad femenina
coherente, han compartido una especie de vida social y de causa común con los
hombres homosexuales. Pero hay diferencias: la falta de privilegios económicos
y culturales de las mujeres con respecto a los hombres, las diferencias
cualitativas entre las relaciones femeninas y las masculinas por ejemplo, los
patrones de sexo anónimo entre homosexuales masculinos y la pronunciada
consideración de la edad en los patrones de atractivo sexual entre los hombres
homosexuales. Yo percibo la experiencia lesbiana, como la maternidad: una
experiencia profundamente femenina, con opresiones, significados y
potencialidades particulares que no podemos comprender si simplemente las
engrampamos con otras existencias sexualmente estigmatizadas.” Ninguna
duda cabe de que el lesbianismo es una de las más audaces y transgresoras
maneras de oponerse al patriarcado y, por consiguiente al sistema de la
heternormatividad.
MATERNIDADES
LESBIANAS:
Tanto dentro del ámbito de lo
“natural” como de lo “cultural”, cuando hacemos referencia a las mujeres
lesbianas nos encontramos ante una doble sanción: ser mujer y además ser
homosexual. De acuerdo a Espinosa Islas en “Experiencias y Significados de las
Maternidades Lésbicas”, “La
existencia de mujeres lesbianas constituye de facto una ruptura con el modelo
hegemónico y natural de las relaciones entre mujeres y hombres y
cuestiona la supuesta naturalidad con la que se fundamenta la hegemonía heterosexista.
Rich
en su obra “Sangre, pan y poesía” (1986) citada por Burgaleta
Pérez (2011), “define la imposición del modelo heterosexual ‒ que se legitima a través
de la «naturalización» ‒ como la máxima expresión del patriarcado moderno. La
negación de la existencia lesbiana es, por tanto, fundamento esencial en la
construcción de una sociedad heteronormativa que se impone desde la infancia a
través del ideal romántico: La ideología del amor romántico heterosexual, que
refulge desde la infancia en los cuentos de hadas, la televisión, el cine, la
publicidad, las canciones populares, los cortejos nupciales, es una
herramienta. El adoctrinamiento infantil de las mujeres en el «amor» como
emoción es una ideología que conecta con la primacía y lo que hay de
incontrolable en el impulso sexual masculino”.
Una de las explicaciones acerca de
la prohibición de las mujeres a desearse entre ellas está dada por el “tabú del
incesto”: “Para el varón, el tabú del incesto es un tabú sobre algunas mujeres.
Para la niña, es un tabú sobre todas las mujeres. Como está en una posición
homosexual hacia "su madre, la regla de heterosexualidad que domina el
guión hace que su posición sea intolerablemente dolorosa. La madre, y por
extensión todas las mujeres, sólo pueden ser amadas con propiedad por alguien
"con pene" (falo). Como la niña no tiene "falo", no tiene
"derecho" a amar a su madre ni a ninguna otra mujer, puesto que ella
misma está destinada a algún hombre. No tiene la prenda simbólica que se puede
cambiar por una mujer.” (Rubin)
Como ya hemos visto, las mujeres han
sido objeto de intercambio, poniendo su cuerpo en una posición de inferioridad
y a disposición del sistema patriarcal con fines reproductivos (y todo lo que
ello implica) “El
modelo patriarcal de dominación implica un lugar subordinado de la mujer en el
que su sexualidad intenta ser controlada. La heterosexualidad obligatoria es un
eje de esta dominación sobre la mujer, en el que se le impone la tarea
reproductiva (Rich, 2002; Lamas, 2002). (Las lesbianas frente al dilema de la maternidad)”. Por su parte,
Rubin, haciendo referencia al tráfico de mujeres, se pregunta ¿qué pasaría si
una mujer no sólo rechaza al hombre a quien ha sido prometida, sino que además
pidiera en cambio una mujer? Aquí emerge
lo que ella denomina como doble negativa insurreccional. Entonces, qué pasaría
cuando aquella persona, que además de ser doblemente sancionada, desafía todas
las prescripciones impuestas y pone en jaque a la idea de que sólo las parejas heterosexuales
pueden procrear, desafiando a la naturaleza, dado que las relaciones entre mujeres
se consideran estériles, porque a pesar de que toda mujer tiene la
potencialidad de gestar, en estas circunstancias se estaría interpelando el
orden biológico.
Nos encontramos aquí ante un desafío a las instituciones
políticas de la heterosexualidad y de la maternidad. Teniendo en cuenta estas
situaciones, nos damos cuenta que no cualquier maternidad es válida. Ambas
instituciones siempre han ido de la mano, son complementarias y era muy difícil
concebir a una independientemente de la otra, hasta que, principalmente en los
últimos tiempos, se fueron dando diferentes alternativas para que las mujeres lesbianas
puedan ser madres, contraponiéndose
a la idea de familia que se ubica en un marco de relaciones heterosexuales:
adopción (en los países donde existe un régimen legal que así lo posibilite, en
caso contrario, se podrá adoptar en solitario, pero la otra mujer no tendrá un
vínculo jurídico con su hijo), recurrir a técnicas de reproducción asistida
como la inseminación artificial; o bien mantener relaciones sexuales casuales
con varones. Las
maternidades lesbianas vienen a poner en la mira al concepto de maternidad
diferenciando aquellas maternidades válidas de las que no lo son. Hay
maternidades que valen y otras que desafían las imposiciones patriarcales, que
serán juzgadas. De acuerdo a Butler: “Cuando las personas
designadas como mujer desafían a los estereotipos predominantes sobre lo que
una mujer o una chica debería ser, a veces se las somete a acoso o castigo
debido a que se apartan de las normas de género recibidas”.
Este desafío al que se hace referencia, está marcado por
la prescindencia del hombre como pieza fundamental a la hora de tener hijos y
formar una familia. Pero también está en juego el tema de la “elección”. Como
ya sabemos, existe una imposibilidad biológica en el caso de una pareja de
lesbianas de quedar embarazadas accidentalmente la una de la otra, por lo
tanto, la decisión conlleva una instancia previa de reflexión (y a pesar de que
en una pareja heterosexual puede haberla, nunca será de la misma índole). Por
lo tanto, puede
ser que haya una desnaturalización en estos casos de la maternidad, donde se
acercaría más a un deseo y se estaría alejando del mandato.
Con respecto a ello, podemos hacer una distinción, tal
como señala Rich, “entre maternidad como institución y maternidad como
experiencia, explicando cómo la institución de la maternidad ha
alienado a las mujeres, encerrándolas en sus propios cuerpos. Así se ha
asegurado el control de los cuerpos de las mujeres, en cuanto a reproducción
pero también en cuanto a la sexualidad, por parte del patriarcado, adaptando
sus configuraciones a las necesidades económicas y políticas de los sectores
hegemónicos a lo largo de distintos momentos históricos”.
A
pesar de que las maternidades lesbianas hoy son posibles, éstas no cumplen con
los requisitos ni exigencias que se les imponen a las madres. Se las
estigmatiza y se las considera “malas madres”, al no reproducir el paradigma de
la maternidad, acusándolas de privar a sus hijos de los privilegios que otorga
ser concebido dentro de una familia típica patriarcal. Los autores, los catedráticos Judith
Stacey (Universidad de New York) y Timothy Biblarz (Universidad del Sur de
California), llegan a las siguientes conclusiones: “en resumidas cuentas, la
ciencia demuestra que la proporción de niños criados por progenitores del mismo
género a los que les va bien es la misma que la de los niños criados por
progenitores de géneros diferentes. Esto es obviamente inconsistente con el
extendido argumento que afirma que los niños deben ser criados por una madre y
un padre para que les vaya bien” (Butler en su informe como Amicus Curiae ante
la CIDH).
Será indispensable trabajar al
respecto para erradicar la connotación negativa que lleva consigo las
maternidades lesbianas, y para eso será un requisito sine qua non deconstruir los mandatos de la maternidad.
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[1] Y siendo una contradicción en sí misma en términos físicos y sociales
[2] Aunque no es la única forma.
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TEXTO 5: Verónica Espósito De Angeli (Uruguay).
Estudiante de Psicología.
Mayo, 2015
Curso- Taller
“Maternidad obligatoria: Un mandato a deconstruir”
Docente: Lic. Stefanía Molina Torterolo
Trabajo Final:
“Construcción socio-cultural del ser, mujer-madre”
-Verónica Espósito De Angeli.
Dentro de las varias posibilidades de propuestas seleccione la siguiente.
B – Escribir un texto reflexivo sobre la (s) maternidad (es) que involucre aspectos históricos de su construcción cultural y social.
Estime interesante realizar un recorrido histórico sobre la construcción de género y por consiguiente de maternidad, desplegando en el mismo algunas interrogantes que van surgiendo. Como por ejemplo ¿Que lugar hemos ocupado o nos han dejado ocupar las mujeres en los procesos socio-culturales? ¿Como ha sido el empoderamiento de las mujeres a lo largo de la historia? ¿Como la cultura afecta al cuerpo de la mujer y a las decisiones que podemos tomar sobre el mismo?
Pensando en esto, el recorrido podría ser legendario e interminable, pasando desde la teoría Androcentrista, donde el modelo del ser estaba basado en el hombre o la Adultocentrista, donde ese modelo de ser se basaba en el varón adulto. ¿Donde quedábamos las mujeres en estas construcciones de ser?
Parándonos desde el Feudalismo podemos pensar entre tantas postulaciones y planteos de la época en el “Derecho de Perada” donde el señor feudal tenia el total control sobre los cuerpos y en especial sobre las mujeres, dicho “Derecho” le daba la potestad sobre cualquier mujer que sirviera a su feudo, permitiéndole mantener relaciones sexuales con ella antes de que lo hiciera con cualquier otra persona.
Las concepciones sobre cuerpo, sexo y género han pasado por las mas variadas teorías en las diferentes culturas a lo largo de la historia, incluso están siendo modificadas constantemente.
En el proceso de construcción del cuerpo, Thomas Laqueur plantea que, se identifican dos modelos del mismo, por un lado “El modelo unisexo, vigente desde la Antigüedad, según el cual las mujeres, en esencia, son hombres, diferenciados de ellos por la cantidad de calor vital que poseen sus cuerpos (...) y por otro, el modelo de los dos sexos, que en gran medida determina la diferencia sexual y la concepción de sexo opuesto dominante en la actualidad.” (Laqueur. La construcción del sexo, cuerpo y género desde los Griegos hasta Freud, 1994) Distingue Laqueur que los conceptos de género y sexo han estructurado la percepción y la organización de toda la vida social, estando profundamente dependiente de los significados culturales, significados que a su vez, están construidos bajo las exigencias contextuales que, según J. Scott, son enmarcadas por los conceptos de sexo y poder. Es a raíz de estos planteos que se puede pensar que el interés de los hombres por conservar la concepción del sexo único radicaba en que el hombre era tomado como la medida de todas las cosas y la mujer no existía sino para ser comparada con él. Por eso, señala Laqueur, las representaciones simbólicas de la anatomía del cuerpo humano, por lo menos hasta el siglo XVII, son masculinas. Laqueur contribuye con esta obra a dilucidar las formas en que la construcción de la identidad femenina está enraizada en el interior de las mujeres por normas enunciadas en discursos masculinos. (Laqueur. La construcción del sexo, cuerpo y género desde los Griegos hasta Freud, 1994) "...el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder..." (Scott; 1990)
Con este planteo J. Scott conceptualiza la dimensión de poder en las relaciones de género, dando un lugar descriptivo a las características y atributos femeninos y masculinos, desnaturalizando y poniendo en evidencia las relaciones entre varones y mujeres en términos de desigualdades sociales. Al decir de Rodríguez Pereira De Souza, muchas veces se genera la confusión o indeterminación de cuál es el origen del concepto “género” en tanto noción que busca poner en juego las significaciones que a nivel cultural y social se le atribuye a la diferencia sexual entre hombres y mujeres.
Las concepciones de género nos brindan modos característicos de relacionarnos y de actuar en sociedad. Concepciones que empiezan a ser construidas en la familia, que luego en la escuela son evidenciadas en la relación con sus pares, docentes y luego en la comunidad. (Género (s), Capitalismo y Patriarcado. Conceptos y sujetos que provocan nuevos tránsitos, Pereira de Souza).
Como varios autores plantean, el concepto de género tiene su origen en el campo de la medicina y la psiquiatría, a partir de los estudios del médico endocrinólogo John Money en la década del 50. En los mismos el autor introduce la noción de identidad de género a los efectos de separar los atributos a partir de los cuales el sujeto deviene varón o mujer, de aquellas características morfo-fisiológicas que determinan el sexo innato. (Dio Bleichmar, 1996; Meler, Burin, 2009) Robert Stoller, quien importó el concepto de género al campo del psicoanálisis. Utilizó el concepto de “identidad de género”, entendiéndolo como el sentimiento íntimo de una persona de saberse varón o mujer.
Teresita de Barbieri dirá que “al introducir el concepto se buscaba un ordenador teórico para los hallazgos y nuevos conocimientos a producirse, que tomara distancia del empleo acrítico, e históricamente empobrecido, de la categoría patriarcado” (De Barbieri, 1997)
Para la psicología, el concepto “género” alude al proceso mediante el cual individuos biológicamente diferentes se convierten en mujeres y hombres, esto se da mediante la adquisición de aquellos atributos que cada sociedad define como propios de la feminidad y la masculinidad. El género es, por tanto, la construcción psico-social de lo femenino y lo masculino (Dio Bleichmar, 1985).
La utilización de la categoría de género, no como sinónimo de mujeres, sino como la relación entre hombres y mujeres, es decir, de acuerdo al valor que la sociedad otorga a cada uno de ellos, y comprendiendo este valor como histórico, social y móvil, empezó a emplearse para lograr un análisis histórico libre de preconceptos y prejuicios.
A este proceso de transición constante, se agregará la influencia de emergentes campos de estudios provenientes de dos perspectivas diferentes, la de los movimientos LGBT, a través de la teoría “Queer” y la de los varones, a través de los estudios sobre masculinidades.
Tal vez una de las principales referencias en esta nueva transición epistemológica esté dada por los aportes de Judith Butler. Una de las grandes críticas que dicha autora ha realizado tiene que ver con que se trata de una categoría que continua manteniendo la misma dicotomía que pretende poner en cuestión, suponiendo y reforzando la existencia de un sistema binario de géneros con su correspondencia sobre un cuerpo sexuado al que se lo inscribe como masculino o femenino según el caso. Para esta autora, el sexo es una norma cultural que gobierna la materialidad de los cuerpos, siendo las identidades, ficciones que producen efectos políticos basados en relaciones de poder. “...El género performa el sexo, y no al revés...” dirá Butler (1999). La propuesta de la autora constituye una apuesta a la desestabilización de las posiciones sexo-género, al cuestionar la noción de que existe un sexo “natural” y una designación posterior de género. (Género(s), Capitalismo y Patriarcado. Conceptos y sujetos que provocan nuevos tránsitos. N.R. Pereira de Souza).
“...La función de la reproducción social ha sido, desde siempre, una parte medular del sistema de género, en tanto que en dicha función se conjugan de manera paradigmática las diferencias biológicas de los sexos y las producciones culturales en torno a éstas. En términos de género es fácil advertir que, si bien la reproducción biológica se sabe compartida por ambos sexos, la reproducción social se asume como una responsabilidad de las mujeres...” (Cristina Palomar Verea, Guadalajara)
Si pensamos en este fragmento de el texto de Cristina Palomar Verea desde una perspectiva de género podemos ver los imperativos ideológicos de un modelo de maternidad dominante, donde la reproducción social es puesta en manos de las mujeres.
Históricamente se nos adjudica a las mujeres todo lo referente a la reproducción como única cuestión femenina, el embarazo, parto, lactancia, cuidado y crianza aparte de las tareas del hogar y el cuidado de la pareja, han sido estos, planteos centrales en la construcción de los saberes femeninos los cuales muchas veces se ven reforzados mediante la repetición de rituales que legitiman ese “saber femenino natural”.
Esta construcción social sobre las mujeres ha sido objeto de debates desde que Simone de Beauvoir (1949) la planteara como “...un débito de las mujeres a la especie y base para la desigualdad que habían arrastrado a lo largo de los siglos...” (S. De Beauvoir, 1949).
Mediante la naturalización de estos procesos se apadrina la desigualdad de género junto a una relación de dominación (hombre-mujer) apuntalando esta en una naturaleza biológica que es, en sí misma, una construcción social naturalizada.
A lo largo de la historia uno de los espacios propios de mujeres fue el religioso (mujeres devotas y cumplidoras de doctrina) Donde la “buena mujer” debe cumplir los requisitos estipulados por la cultura y la época donde se encuentre inmersa, siendo la maternidad una cuestión compartida en las mas variadas de estas. La maternidad expuesta como obligatoriedad, una mujer que no es madre se considera menos mujer o una mujer incompleta. Al decir de Beatriz Moncó, “...mujer y madre se confunden habitualmente, sin embargo, a pesar de que todas las madres son mujeres, no todas las mujeres son madres...” (B. Moncó, 2009)
Si pensamos en todas estas cuestiones la maternidad se torna una experiencia sobrecargada de significados sociales con una sobrecarga simbólica la cual no suele ir acompañada de un proceso reflexivo acerca de lo que motiva la experiencia de ser madre ni acerca de las formas que esta experiencia puede tomar.
Esto lo podemos entender según lo planteado por Palomar Verea en el articulo “Malas Madres” cuando dice “...el fenómeno de la maternidad se estructura, sobre una serie de sobreentendidos de género sin que medie ninguna evaluación sobre los costos que implica el que siga siendo de esta manera...” (C. Palomar Verea, “Malas Madres”).
La maternidad no es un “hecho natural”, sino una construcción cultural multideterminada, definida y organizada por normas que se desprenden de las necesidades de un grupo social específico y de una época definida de su historia. Se trata de un fenómeno compuesto por discursos y prácticas sociales que conforman un imaginario complejo y poderoso que es, a la vez, fuente y efecto del género. Este imaginario tiene actualmente, como piezas centrales, dos elementos que lo sostienen y a los cuales que parecen atribuírsele un valor de esencia: el instinto materno y el amor maternal (Badinter, 1980 y Knibiehler, 2001).
Las relaciones entre deseo-cuerpo-género transitan así por procesos socio históricos que buscan resistir hoy en días las cristalizaciones identitarias binarias al igual que los imaginarios estipulados sobre la maternidad.
Ante estos planteos, creo pertinente plantear algunas interrogantes: ¿Qué han significado estos cambios para las mujeres?, ¿Es pertinente hablar de una nueva simbología de lo femenino? ¿Como se percibe la maternidad en nuestros días?
Creo importante pensar también el aspecto más simbólico de las representaciones que las mujeres tenemos de nosotras mismas, de cómo hemos interpretado los cambios y las transformaciones que hacen nuestra identidad, preguntándome también si estos “nuevos” planteos y prácticas apuntaladas a la igualdad entre mujeres y hombres han significado superar modelos de género, que promueven la maternidad como la categoría más importante en cuanto a la construcción de la mujer y el imaginario que rodea esta construcción. ¿Donde queda la mujer que no desea ser madre?
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- http://judithbutlerenespanol.blogspot.com/
- http://www.academia.edu/9970849/G%C3%A9nero_CApitalismo_y_Patriarcado
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COMIC 6: María Martínez Zayas (Argentina).
Licenciada en Comunicación.
"Maternando"
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TEXTO 7: Mariel Palacios (Uruguay).
Licenciada en Psicología.
CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE MASCULINIDADES Y GENERO
Talleres sobre Maternidades y
Paternidades: un espacio de
reflexión y encuentros.
Mariel Palacios Cacciatori
Curso: “Maternidad obligatoria: un mandato a deconstruir”
Docente: Stefanía Molina Torterolo
Mayo 2015
Montevideo, Uruguay
Resumen
Esta serie de cuatro talleres proponen crear un espacio de reflexión sobre los mandatos
de la maternidad y la paternidad desde una perspectiva de género, que permita visibilizar
las inequidades que reproducen estos instituidos.
Está dirigido a hombres y mujeres adultos/as y se pueden realizar tanto en contextos
educativos, comunitarios y centros de salud.
Se trabajará con técnicas de trabajo corporal Gestáltico y del Teatro del Oprimido con el
fin de habilitar un espacio de experimentación y encuentro donde se puedan configurar
maternidades y paternidades en plural, más allá de los modelos hegemónicos.
Objetivos
Objetivo general:
Promover vínculos equitativos de género en las maternidades y paternidades, apuntando
a mejorar la calidad de vida de mujeres y hombres en torno a las prácticas de cuidado.
Objetivos específicos:
- Generar espacios de reflexión y cuestionamiento en torno a los mandatos sobre la
maternidad y la paternidad.
- Visibilizar las desigualdades de género producidas por estos mandatos.
- Habilitar un espacio de experimentación y encuentro donde se puedan configurar
maternidades y paternidades en plural, más allá de los modelos hegemónicos.
Población y ubicación geográfica
Destinado a población adulta, no es requisito la tenencia de hijos por más de que sean
talleres sobre maternidades y paternidades, lo primordial es trabajar los mandatos de
género asociados a los mismos y los vínculos inequitativos que producen. La cantidad de
participantes es de un mínimo de doce hasta veinte personas.
Los talleres se pueden realizar tanto en contextos educativos, comunitarios y centros de
salud, con las adaptaciones que se consideren necesarias.
Marco teórico
Las mujeres destinan una cantidad menor de horas al trabajo remunerado que los
hombres, el trabajo realizado por el Instituto Nacional de la Mujer ”Las bases invisibles del
bienestar social. Trabajo no remunerado en Uruguay” (2009) muestra que en Uruguay la
jornada laboral semanal de los hombres supera en 10 horas a la de las mujeres, las
causas de esta distribución de los horarios se asocian a la desigualdad en las
oportunidades laborales y a la elección de actividades que sean compatibles a las
responsabilidades familiares.
En esta línea se toma la conceptualización del cuidado de Marcela Lagarde “El cuidado
pues está en el centro de las contradicciones de género entre mujeres y hombres y, en la
sociedad en la organización antagónica entre sus espacios. El cuidado como deber de
género es uno de los mayores obstáculos en el camino a la igualdad por su inequidad.”
(2003)
Esta autora plantea que en el contexto actual de la sociedad neoliberal y patriarcal el
cuidado es fragmentado y asignado como condición natural a partir de las organizaciones
sociales: de género, clase, etnia y nacionalidad. Es así como el cuidado es convertido en
un deber ser ahistórico natural de las mujeres, siendo gratificadas simbólica y
afectivamente a través del mismo. Las mujeres cuidan a hombres, familias, hijos/as,
parientes, escolares, pacientes, personas enfermas y con discapacidades.
A esto se suma las exigencias laborales y exitistas del mundo moderno lo cual da como
resultado “Mujeres atrapadas en una relación inequitativa entre cuidar y desarrollarse”.
(Lagarde, 2003)
Estas condiciones no solo afectan a las mujeres, sino que también perjudican a los
hombres, el rol tradicional de proveedores los lleva a tener una mayor carga horaria
laboral ante la exigencia de sustentar económicamente a su familia y estar ausentes en la
misma, lo cual trae aparejados duros efectos psicológicos y sociales cuando no se puede
ocupar ese papel (ante el desempleo o la enfermedad, por ejemplo). Al no ser gratificado
simbólicamente en la masculinidad el cuidado de los/as otros/as, así es como también se
priva al varón de disfrutar del ámbito familiar y afectivo.
En la organización social hegemónica cuidar significa ser inferior, lo cual perpetúa
relaciones asimétricas entre hombres y mujeres. Por lo cual, cuando se pretende trabajar
con hombres en relación al cuidado es necesario considerar que deben abandonar un
lugar de privilegio que la sociedad le otorga.
“No consideran valioso cuidar porque, de acuerdo con el modelo predominante, significa
descuidarse: usar su tiempo en la relación cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad
con los otros. Dejar sus intereses, usar sus recursos subjetivos y bienes y dinero, en los
otros y, no aceptan sobretodo dos cosas: dejar de ser el centro de su vida, ceder ese
espacio a los otros y colocarse en posición subordinada frente a los otros.” (Lagarde,
2003)
Estas concepciones de género en cuanto al cuidado generan la división del trabajo en
productivo y reproductivo. El trabajo productivo asociado a los varones son las actividades
que producen bienes y servicios, siendo remunerado, el trabajo reproductivo asociado a
las mujeres es aquel que se ocupa de la reproducción, los cuidados y actividades
comunitarias.
“Tal visibilización y valoración material del trabajo productivo en oposición a lo que
sucede con el trabajo reproductivo, atenta contra uno de los principales intereses y
estrategias de la lucha por la equidad de género: la corresponsabilidad” (Fainstain,
Picasso Risso, 2011)
La corresponsabilidad apunta a la transformación de la división sexual del trabajo a través
de la búsqueda de simetría tanto en las relaciones laborales como familiares, trabajando
con varones y mujeres en relaciones de género equitativas.
Se busca intervenir en las esferas de lo público y lo privado donde se hace evidente la
consigna de la segunda ola feminista “Lo privado es político”.
Adrienne Rich introduce la distinción entre la maternidad como institución y la maternidad
como experiencia: “cualquier institución que llega a expresarse tan universalmente
termina por afectar profundamente nuestra experiencia incluido el lenguaje que utilizamos
para describirla” (Rich, 1986).
La construcción de la mujer a partir de la institución de la maternidad se asocia
directamente con la heteronormatividad que concibe a las mujeres como madres
heterosexuales con hijos e hijas heterosexuales, y todo lo que quede por fuera de este
parámetro es considerado anormal.
Lo mismo sucede cuando una mujer adulta decide no tener hijos o cuando no los tiene por
algún motivo físico, es visto como una falta, una falla, es estigmatizado y hasta
medicalizado.
La maternidad como experiencia habilita los deseos, las decisiones, las elecciones, más
allá de los mandatos de la maternidad.
“Destruir la institución no significa abolir la maternidad, sino propiciar la creación y el
mantenimiento de la vida en el mismo terreno de la decisión, la lucha, la sorpresa, la
imaginación y la inteligencia consciente, como cualquier otra dificultad, pero como tarea
libremente elegida.” (Rich, 1986).
La autora propone priorizar en la experiencia, en los cuerpos, en el lenguaje del cuerpo
como un no pensado “Pensar con el cuerpo, un pensar que no conocemos” (Rich, 1986).
Diferentes trabajos desde el feminismo han trabajado en torno a la maternidad y la no –
maternidad desde la experiencia “En este sentido nuestros testimonios muestran la
ruptura de las dicotomías a través de los relatos de experiencias, habilitando los matices,
mostrando que en la vida las decisiones no se plasman en un blanco o negro, sino que
existen grises donde las mujeres transitamos nuestras decisiones.” (Anzorena, Yáñes,
2013)
En conclusión, para generar estrategias de intervención en el campo de la maternidad y
paternidad como instituidos que proponen vínculos inequitativos de género, se necesita
trabajar con hombres y mujeres: “El empoderamiento de las mujeres es un mecanismo de
equidad que debe acompañarse con la eliminación de la supremacía de género de los
hombres, la construcción de las equidad social y la transformación democrática del estado
con perspectiva de género.” (Lagarde, 2003)
Talleres sobre Maternidades y Paternidades: un espacio de reflexión y encuentros.
Taller 1: “Las madres y los padres ideales”
Materiales: Pizarrón, marcadores.
Consigna: Se dibujarán en la pizarra dos columnas, en una dirá “Madre” y en la otra
“Padre”. Se solicitará a los participantes que realicen una lluvia de ideas sobre cuáles son
los imaginarios sociales sobre la maternidad y la paternidad. Algunas preguntas
disparadoras podrían ser: ¿Cómo debe ser una madre?, ¿Cómo debe ser un padre?,
¿Qué es lo que se espera de un/a madre/padre?, ¿Cómo se educa a los/as niños/as en
torno a la maternidad/paternidad?
Desarrollo: Luego de terminada la “lluvia de ideas” se abrirá el espacio para la reflexión y
el debate.
Al finalizar este taller se espera:
Identificar que los ideales en torno a la maternidad y paternidad son
construcciones de género que nada tienen que ver con un orden natural sino con
construcciones sociales.
Demostrar que el rol de la maternidad es ligado a la identidad de la mujer, como
mandato obligatorio; no siendo así a la identidad masculina.
Identificar las inequidades de género que producen estos ideales sobre las
maternidades y paternidades.
Taller 2: Corresponsabilidad: Análisis del texto de José E. Saramago. “Las
pequeñas memorias”.
Esta dinámica fue extraída del Manual para facilitadores de sensibilización en Género
(Fainstain, Picasso Risso, 2011).
Materiales: Hoja impresa con el texto del autor.
Consigna: Identificar en el texto de José E. Saramago los tipos de tareas que realiza el
autor en relación a su esposa. Identificar tareas asignadas a las mujeres y a los varones
cuantificándolas en términos de horas de dedicación. Diferenciar también el status de
cada tarea. Contrastar los «costos» y «recompensas» para cada uno de los personajes de
hacerse cargo de las referidas tareas.
Texto:
“Yo escribo, Pilar escribe, traduce, habla en la radio, cuida del marido, cuida la casa,
cuida los perros, hace las compras, prepara la comida, se encarga de la ropa, envía la
correspondencia, dialoga con el mundo, organiza el empleo del tiempo, recibe a los
amigos que vienen a vernos y escribe, y traduce, y habla en la radio, y cuida del marido, y
de la casa y de los perros, y sale a hacer las compras, y vuelve para hacer la comida, y
escribe, y traduce, y habla en la radio, se encarga de la ropa y recibe a los amigos, y
sigue, incansable dialogando con el mundo, y dice: «estoy cansada», y luego dice: «pero
no importa». Yo mientras escribo".
Desarrollo: Se entrega a cada subgrupo el texto y se añade la consigna. Se deja que
cada grupo analice en texto en función de las consignas. En segunda instancia se pasa a
la puesta en común de lo trabajado, dando lugar al debate y reflexión. Se introducirán los
conceptos de: trabajo productivo y trabajo reproductivo, la doble y triple jornada de
trabajo.
Al finalizar este taller se espera:
Visibilizar la desigual distribución de tareas entre hombres y mujeres.
Mostrar la valoración del trabajo productivo (adjudicado a los hombres) frente al
trabajo reproductivo (asignado a las mujeres).
Introducir el concepto de corresponsabilidad como elemento fundamental para
conseguir la equidad de género.
Taller 3: “Exploración de las polaridades: mandatos de género en la maternidad y la
paternidad”
Materiales: Equipo de música, hojas, marcadores.
Consigna: En este taller se trabajará de forma vivencial, a través del trabajo con el
cuerpo y las sensaciones que se producen a partir de la consigna de experimentar los
mandatos de género que se adjudican a la maternidad y la paternidad.
Desarrollo: Se comenzará el taller con un caldeamiento, con música de ambientación se
invitará a caminar a los participantes por el salón, haciendo un centramiento en la
respiración y el contacto con el cuerpo, así como también el contacto con los/as otros/as,
prestando atención a lo que se siente cuando no utilizamos el lenguaje verbal.
En segunda instancia, individualmente se indicará escribir en una hoja una lista con diez
características que impliquen beneficios en los mandatos adjudicados a la maternidad y la
paternidad según de género al cual se pertenece. Luego se procederá a escribir una lista
con las características que impliquen los costos de estos mandatos según al género al
cuál se pertenece.
En un tercer momento, los participantes tendrán que elegir una de esas características, la
que más les guste y la que menos les guste.
Luego se procederá al trabajo corporal, primero se representará a partir del cuerpo la
característica elegida como la que le gusta, sin utilizar lo verbal, solo expresarlo con el
cuerpo. En segunda instancia se representará la característica elegida como la que no le
gusta de los mandatos de género. Y por último, se invitará a representar las
características que a cada uno/a desea más allá de su género.
Finalmente, se procederá al espacio de reflexión partiendo de las vivencias y sensaciones
que se produjeron al experimentar las polaridades de los mandatos de género en primera
instancia y las diferencias al experimentar “los grises”, los deseos que puedan configurar
maternidades y paternidades en plural, más allá de los modelos hegemónicos.
Al finalizar este taller se espera:
Identificar los efectos que producen en nuestros cuerpos los mandatos de género
en la maternidad y paternidad.
Diferenciar a la maternidad y la paternidad como experiencia de la maternidad y
paternidad como instituciones.
Evidenciar la importancia de los deseos y elecciones más allá de los mandatos de
género.
Taller 4: “Ensayo de alternativas: Teatro Foro”.
Materiales: cartulinas, marcadores, disfraces, elementos de la vida cotidiana (pueden ser
herramientas de trabajo, utensilios de cocina, de limpieza y del cuidado personal).
Consigna: A partir de la metodología de Teatro del Oprimido se utilizará la técnica de
Teatro Foro, la cual consiste en representar situaciones de opresión de la vida cotidiana,
en este caso con la temática de la maternidad y la paternidad. La cual permite Identificar
en los personajes oprimidos/as y opresores/as, y así pensar y ensayar colectivamente
alternativas a estas situaciones.
Desarrollo: Se comenzará con un caldeamiento donde se retomará lo trabajado en el
taller anterior, las sensaciones asociadas a los mandatos de género en la maternidad y la
paternidad.
Luego el grupo se dividirá en dos subgrupos, cada uno tendrá que armar una historia a
partir de lo trabajado en los talleres anteriores para representarla en una obra de teatro.
Las consignas para armar una obra de Teatro del Oprimido son:
- Se tiene que representar una situación de opresión.
- Cada personaje tiene que representar un rol de oprimido/a o de opresor/a.
- El desenlace de la obra tiene: un comienzo (donde sucede la situación de
opresión), desarrollo (donde el/la oprimido/a intenta resistir a esa situación de
opresión) y fin (donde los intentos de resistencia del/a oprimido/a fallan).
Una vez terminadas las obras se pasa su representación, las mismas deben tener un
nombre. En Teatro del Oprimido los espectadores se llaman “espect-actores” ya que
tienen un rol participativo en la obra. Una vez terminada la misma se pregunta a los
espect-actores sobre lo que vieron, las preguntas disparadoras pueden ser: ¿Es una
situación de opresión?, ¿Quiénes son los/as oprimidos/as y los/as opresores/as?,
¿Qué alternativas ven a esta situación?.
Una vez planteadas las alternativas se invita a los espect-actores a representarla,
eligiendo uno de los personajes de la obra. Se vuelve a reproducir la situación, ahora
con la participación del espect-actor.
Estas participaciones e intervenciones de los espect-actores son ensayos en la
búsqueda de alternativas a las situaciones de opresión que producen los mandatos de
la maternidad y la paternidad, pensando colectivamente estrategias para crear líneas
de fuga en los mismos.
Se vuelve a repetir lo mismo con el segundo subgrupo.
Al finalizar este taller se espera:
Integrar el aprendizaje de los talleres anteriores en la escenificación de situaciones
cotidianas.
Evidenciar que los mandatos de la maternidad y paternidad como institución
generan vínculos de opresión.
Generar herramientas para la vida cotidiana que sirvan como insumo para buscar
alternativas a los vínculos inequitativos que proponen los mandatos de la
maternidad y la paternidad.
Al finalizar los “Talleres sobre Maternidades y Paternidades: un espacio de
reflexión y encuentros” se espera:
Identificar los vínculos inequitativos que reproducen los mandatos de la
maternidad y paternidad.
Visibilizar la importancia de las maternidades y paternidades como experiencia.
Generar herramientas para la vida cotidiana que busquen alternativas ante los
mandatos de la paternidad y la maternidad.
Bibliografía
- Aguirre, R. (2009). Las bases invisibles del bienestar social. Trabajo no remunerado en
uruguay.
- Instituto Nacional de la Mujer. Montevideo.
Anzorena, C., Yáñes, S. (2013) Narrar la ambivalencia desde el cuerpo: diálogo sobre
nuestras propias experiencias en torno a la “no – maternidad”. Investigaciones Feministas,
vol. 4.
- Fainstain, L., Picasso Risso F. (2011) Manual para facilitadores de sensibilización en
Género. Instituto Nacional de las Mujeres. Montevideo.
- Lagarde, M. (2003) Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción. Ciudad de
México.
Rich, A. (1986) Nacemos de mujer: La maternidad como experiencia e Institución. Ed.
Cátedra:Valencia.
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TEXTO 8: Blas Radi (Argentina).
Estudiante de Filosofía.
Curso Maternidad obligatoria: un mandato a deconstruir
Docente: Stefanía Molina
Estudiante: Blas Radi
Trabajo final - Modalidad 4
Sobre “Huelga de Úteros”
En el presente trabajo, recupero una línea muy interesante del material del Tercer Módulo. El
audio de la Actividad 5 es una entrevista realizada a una pareja de lesbianas que son mamás. En
esa actividad hay un valioso señalamiento que una de ellas hace acerca del concepto de
homoparentalidad. De una manera muy aguda, ella indica que este concepto implica una forma de
plantear la cuestión que es necesario problematizar. A su modo de ver, con el que coincido, las
preguntas por la “homoparentalidad” nos instalan un terreno del que hay que correrse porque
establecen un vínculo entre las prácticas sexuales y la reproducción o la maternidad. Es decir,
detecta cómo se imbrican los términos que utilizamos y la forma de concebir el universo, a la vez
que advierte cuáles son sus riesgos. Lo que yo me pronpongo en este texto es recuperar ese nivel
análisis conceptual y esa responsabilidad de quien reconoce que poner palabras es crear mundos.
La mayor parte de mis contribuciones en este Curso atendieron a la importancia de señalar
los límites de un vocabulario que desatiende y posterga las urgencias sanitarias del colectivo de
varones trans. En el trabajo final, recuperando el impulso de una de las mamás del video,
pretendo profundizar en esa línea y trabajar a partir de un texto de Preciado, para poder hacer
evidente eso que no está de ninguna manera oculto, pero que suele pasar desapercibido, y hacer
un llamado de atención.
En lo que sigue, discuto algunas ideas presentadas por Preciado en su articulo “Huelga de
úteros”. Se trata de un artículo que fue publicado en enero del 2014, en el diario Público, a
propósito del polémico anteproyecto de Ley de Protección de la Vida del Concebido y los
Derechos de la embarazada que el gobierno de Partido Popular había presentado el 20 de
diciembre del año anterior.
El artículo de Preciado atiende de manera inmediata un problema grave y sus objeciones
acometen contra la política conservadora del Estado español y la gestión institucional de los
órganos, a la vez que avanza con una lectura crítica de algunos puntos del anteproyecto. Para
una comprensión cabal del mismo es preciso tener en cuenta que en España el aborto es legal
desde el año 2010. La ley Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción
voluntaria del embarazo (Ley 2/2010) garantiza el aborto libre en las 14 primeras semanas,
siempre y cuando se realice por un médico especialista. Cabe destacar, asimismo, que el
Anteproyecto fue retirado en septiembre y se dio curso a otras medidas del mismo carácter
conservador, que no desarrollaremos aquí porque excede el marco de este trabajo.
Una de las pretensiones del anteproyecto, la que rescata Preciado en su artículo, es la de
estipular únicamente dos supuestos de aborto legal: que se trate de un caso de violación (dentro
de las primeras 12 semanas), o bien, que exista riesgo para la salud física o psíquica de la madre
(durante las primeras 22 semanas de gestación), riesgo que, además, “deberá ser acreditado por
un médico y un psiquiatra independientes y deberá ser objeto de un proceso colectivo de
deliberación”.
Como expresé anteriormente, reconozco el valor del texto de Preciado y coincido en muchas
de sus consideraciones, por ejemplo, cuando señala la histórica expropiación política y económica
del útero. En este sentido, Preciado afirma que no se trata de un órgano privado, sino de “un
espacio biopolítico de excepción”. Al decir delx autorx, la jurisdicción del espacio uterino es
disputada por distintos poderes, lo cual provoca que los cuerpos con úteros, en tanto cuerpos
gestantes, pierdan su autonomía y sean objeto de rigurosa vigilancia y tutela.
Sin embargo, en este trabajo quisiera ofrecer algunas claves que nos permitan volver al
texto de Preciado con una mirada crítica. Mi propósito no es de ninguna manera impugnar el qué
de su crítica a los avances conservadores, sino más bien el cómo, para reforzar la resistencia y
comprensiva de esos cuerpos y subjetividades sobre los que, paradójicamente, Preciado habla
tanto, pero rara vez considera. Con este propósito, a continuación voy a presentar algunas críticas
al texto de Preciado.
En primer lugar, me interesa señalar que el universo Preciadista, de la misma forma que el
de las avanzadas leyes orgánicas y las retrógradas modificaciones anheladas por los partidos de
la derecha tradicionalista, es un universo donde sólo las mujeres se embarazan, y, por lo tanto,
son ellas las únicas sujetas de aborto. Esto quiere decir que aquí, ni siquiera en el lugar más
“radical” de la resistencia ¿trans? hay lugar para los varones trans.
En segundo lugar, y en relación con el punto anterior, me interesa subrayar el llamamiento
Preciadista a “cerrar las piernas al nacionalcatolicismo”. En este sentido, la huelga de úteros
constituye una invitación a no gestar. Y ¿de qué modo? “No sólo a través de la abstinencia y la
homosexualidad, sino también de la masturbación, de la sodomía, del fetichismo, de la coprofagia,
de la zoofilia… y del aborto”. Es decir, mediante abortos y prácticas sexuales de las que no resulte
un embarazo. Ahora bien, que la homosexualidad sea una de esas prácticas quiere decir, que
aunque Preciado extienda su invitación a todos los cuerpos, en rigor de verdad, sólo está
pensando en cuerpos de las personas cisexuales.
Se evidencia que Preciado reserva la ciudadanía sexual a determinados cuerpos sexuados
que acceden al repertorio de derechos sexuales y (no) reproductivos de una comunidad política:
sólo está pensando en el cuerpo de las mujeres cisexuales. Sin embargo, no es el único cuerpo el
que es disputado por intereses religiosos, políticos, médicos y farmaceúticos. El cuerpo, a secas,
sea de quien sea, es un laboratorio de poderes hegemónicos. Y el feminismo es uno de ellos. Si
bien suele introducirse en los debates sobre aborto como una bandera altruista y pura, no sólo no
ha "descolonizado” el útero sino que ha prestado su apoyo a distintas políticas antinatalistas (¿eso
no es gestión estatal del útero?), haciendo de cuenta, además, que la libertad reproductiva se
reduce meramente a no cursar un embarazo, cuando la libertad debería existir tanto para procrear
como para no hacerlo... y no sólo para las mujeres. Las políticas del útero destinadas a la
vigilancia y tutela de los varones trans van desde la exclusión en materia de derechos sanitarios
hasta la esterilización forzada.
Esta doble operación de restricción: de los derechos sexuales y (no) reproductivos que se
resumen en el derecho al aborto, y de sus destinatarixs: sólo las mujeres, pone en evidencia la
deuda pendiente de gran parte del (lesbo)feminismo con relación a las cuestiones y a las
personas trans, y hacen necesario subrayar conceptual y políticamente el problema del cisexismo,
a saber, aquellas creencias y prácticas que organizan el mundo de manera jerárquica, reservando
privilegios para las personas cis, en detrimento de las personas trans, que son subordinadas,
consideradas menos importantes, y sus problemas son o bien ignorados, o bien tratados más
tarde, como de segundo orden. Quién es sujetx de aborto, quién es sujetx de embarazo, o bien,
quiénes son lxs sujetxs de los derehos sexuales y (no) reproductivos y cuáles son esos derechos
son algunos de los nudos problemáticos que el cisexismo no contribuye a resolver. Y el feminismo,
que no solo no ha expulsado al poder de las elites de nuestros úteros sino que se ha aliado con
ellos, tampoco.
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TEXTO 9: Alicia Isern (Uruguay).
Técnica Asesora en Relaciones Laborales.
CENTRO DE ESTUDIO SOBRE MASCULINIDADES Y GÉNERO
OBSERVATORIO
REFLEXIONES SOBRE LA MATERNIDAD
Docente: Stefanía Molina
Lic. Alicia Isern Vidal
2015
REFLEXIONES SOBRE LA MATERNIDAD
“La mujer presenta, además de su bisexualidad constitucional, dos fases que
se alternan y se complementan, con un predominio en el suceder temporal de
la femineidad. En características constitutivas que lo son en la primera etapa
de su fase menstrual la femino-pasiva que en general se orienta a la búsqueda
de un compañero. Ahora después de la ovulación pasa a predominar la
tendencia maternal, la búsqueda inconsciente del hijo que jalona interiormente
su mayor integración hasta que en los momentos inmediatamente anteriores al
advenimiento de la menstruación se funden más profundamente ambas
tendencias. Con la menstruación fracasan los anhelos inconscientes de
fecundación y se inicia un nuevo ciclo. Cuando no sobreviene la menstruación,
ello significa que se ha instalado el embarazo y entonces la tendencia maternal
prosigue prósperamente su desarrollo, intensificándose las características
maternales de la mujer. La libido se dirige ahora crecientemente hacia el hijo
en gestación.” (Rascovsky, 1984)
Ante estas afirmaciones categóricas de este médico argentino, cómo pueden
las mujeres argumentar y los movimientos feministas abrirse camino ante
dogmas incrustados en las sociedades, cuestionando el rol de la maternidad
desde la óptica femenina y no desde la secular, de tal forma que puedan
encaminarse hacia el uso de su libre albedrío en lo que tiene que ver con el
hecho de ser madre. (Campero)
A pesar que desde los años sesenta se gestan movimientos feministas
cuestionando no sólo el rol de las mujeres sino así mismo de la maternidad y
su rol en la sociedad y en la política como activista y en búsqueda de reclamos
por su género.
Ya desde mediados del siglo XX se reflexiona a instancias de la filósofa
francesa Simone de Beauvoir acerca de la maternidad y su rol en la vida de las
mujeres para su desarrollo personal y su vida misma en comparación con los
hombres. Ella cuestiona la maternidad como una inclinación natural y medio
siglo después no se hace más que reafirmar que la maternidad es una cuestión
personal, a la que la mujer no se debe sentir obligada para sentirse realizada
como tal.
En el momento del matrimonio que se supone es una elección recíprocamente
libre con un compromiso de amor eterno, encontramos que es quizás la
relación más débil dentro de la familia, porque no perdura para siempre. Este
supuesto contrato incluye que la mujer será la que por cuestiones de género se
ocupará de los hijxs, basado en su supuesto instinto materno, pero no está
probado que la capacidad biológica tenga que ver con el amor madre-hijo, sino
que es una construcción basada entre ambos, que junto al padre elaborarán
ese sentimiento que no por haber engendrado ella, será la única partícipe de
ese amor por el hijo.
Además, deben considerarse hechos sociales preexistentes, donde la
trasmisión intergeneracional de la vulnerabilidad y la precariedad llevan a que
las mujeres comienzan su maternidad a edades tempranas y a menudo se
repite esta práctica. (Fassler, 1997)
La mujer debe ser protagonista de su propio destino y su propio cuerpo
teniendo la oportunidad de llevar el timón de su sexualidad en tanto pueda
elegir los mecanismo más eficientes para mejorar su condición de vida.
En Uruguay, si bien hay modificaciones para hacerle a la norma legal, debe
destacarse que la posibilidad que brinda la Ley N°18.987, ha sido una forma de
respaldar la decisión de las mujeres.
El argumento de la “objeción de conciencia” dirimido por las instituciones
prestadoras de servicios de salud, es uno de los escollos que complica al
momento de la toma de decisión, aún cuando está previsto que la persona
debe ser derivada a otro centro de salud, que cumpla con el protocolo
correspondiente para llevar adelante la interrupción del embarazo, de cualquier
forma estas entrevistas, pluripresenciales de profesionales realizando las
entrevistas, no son lo más adecuado, así como tampoco el proceso que debe
vivir la mujer para dar fin a su embarazo, el cual debe ser como un parto, lo que
impide que las mujeres puedan llevar estos procedimientos sin culpas. Otro
inconveniente, es para las mujeres que viven en zonas alejadas a los centros
de salud, para ellas es más dificultoso cumplir los requisitos de tiempo y forma,
así como que estas personas al realizar estas prácticas en localidades
pequeñas sean estigmatizadas. (Varela)
A modo de reflexión se puede decir, que se ha evolucionado en el concepto de
la maternidad desde la mitad del S.XX en adelante, que ya puede la mujer y es
una elección ser madre, desde la aparición de la píldora anticonceptiva y más
aún cuando a principios del S.XXI cuando surge esta Ley que en caso de
quedar embarazadas, las mujeres tienen la opción de interrumpir el embarazo
no deseado, desprendiéndose del oscurantismo que aún rodea en la gran
mayoría de los países, donde la cultura de “Mariológica” (Virgen María) ha
primado y ha marcado a las mujeres como las madres, abnegadas y que
reciben la bendición de engendrar como un regalo de Dios.
Dando paso a que las mujeres puedan dedicar más tiempo a formarse
profesionalmente y tener un trabajo seguro, luego, inevitablemente su rol de
madre, las llevará a la renuncia de libertades sobre todo respecto a los horarios
y traslados laborales, que son incompatibles con sus responsabilidades como
tales.
Sin embargo, se sigue observando que en los estratos más bajos de la
sociedad las mujeres tienden a ser madres más jóvenes por otros aspectos
psicológicos y de desconocimiento que las lleva a sentir cierto sentimiento de
posesión con sus hijxs.
Hoy lxs adolescentes tienen una perspectiva diferente sobre las parejas y sus
relaciones así como de la maternidad, encontrándose un proceso en el que
este tema ha dejado ser el centro de sus vidas, sintiéndose que sus
realizaciones personales no están basadas en el hecho de lograr engendrar un
hijx y ser madres, sino que encuentran sus logros en otros aspectos de la vida.
PROPUESTA DE TALLER
Por lo expresado y viendo que sería importante llegar realizar un encuentro que
profundizara sobre el tema de la maternidad, o no, podría armarse un Taller
para discusión y sondeo de opinión.
El tema podría ser: “Realizar un acercamiento a la percepción de la maternidad
en mujeres jóvenes”
El público objetivo: mujeres de 15 a 28 años
Grupos: de 20 personas
Frecuencia y horas de taller: podrían ser 4 talleres que sería un total de 30
horas.
Herramientas para llevar adelante en los Talleres: Textos, a ser repartidos en
los grupos para discutirlos y que se hicieran al final de la Jornada tres
propuestas, iniciativas o cambios sustanciales propuestos por cada grupo para
que al finalizar entre todos los grupos quedaran solo tres para la totalidad.
Videos con escenas de películas, para armar debates dirigidos de tal forma que
se pudiera armar un trabajo para el próximo taller.
Alguna persona referente en cuanto a Salud Sexual y Reproductiva, que haya
participado o propuesto la Ley, para que luego divididos en grupos se puedan
buscar debilidades si las hubieren.
Evaluación: elaboración de trabajos finales con las propuestas emanadas del
material entregado y de los insumos recibidos durante las cuatro jornadas de
trabajo.
Bibliografía
- Campero, L. (s.f.). ¿Qué es una mujer?
- Fassler, C. H. (1997). Género, familia y políticas sociales -Modelos para armar. Montevideo:
Trilce.
- Rascovsky, A. (1984). Conocimiento dela Mujer. Buenos Aires: Orion.
Varela, P. (s.f.). Lecturas de la oposición al Aborto.
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